Porque para empezar, para que una persona se sienta atraída por otra, tiene que haber un físico aceptable. Y dejémonos de chorradas de que el amor es ciego y que el físico no importa y blablablás varios de folletín venezolano. Nadie se lía con un cardo borriquero (excepto otro cardo borriquero). Y, en mi humilde opinión, hay más mujer hermosa suelta que mozo apuesto libre (para desgracia de las hetero-womans del mundo).
Luego, el individuo en cuestión debería tener (desde mi punto de vista) unas bases de educación y decencia aceptables y ser mínimamente inteligente. Pero la inteligencia está infravalorada y demodé y ya se sabe que encontrar algo que está “out” es sumamente complicado. Ahora lo que se lleva es el catetismo y el ser un vegetal es lo más “in”. Así que, al final, pensar más de “lo conveniente” es (valga la redundancia) un inconveniente.
De la educación y la decencia ni hablemos. Por todos es sabido lo garrulo-full que está últimamente el mundo.
Y bueno, mil cosas más pero vamos, que con esas a mi no sólo me basta, sino que me sobra para sorprenderme de tanto emparejamiento y “arrejuntamiento” (teniendo en cuenta que el requisito de presencia de las características anteriormente mentadas elimina automáticamente, al menos, al 95% de la población… Mundial).
En fin, que después de darle muchas vueltas y de provocarme numerosas empanadas mentales, de todo esto concluyo:
- Que la razón es tan simple que yo no la comprendo, porque para mi todo tiene que tener un origen complicado y multicausal, (cosas de la formación profesional)
- Que los hay que (como decía mi abuela) portan l’amor en cistella.
- Que (como decía mi abuelo) para casarse (en este caso emparejarse) lo único que hace falta, son las ganas.
- Y que ¡aquel que está solo es porque quiere oiga!