jueves, 17 de noviembre de 2011

De esfera a patata

La Tierra aspira a ser redonda, pero miren lo que le sale. La Tierra, como podemos comprobar en esta imagen de precisión milimétrica, es una patata, y nosotros, su singularidad. Somos la singularidad de una patata.

Esto es lo que hay. Somos deformes. A ver con qué ánimos se arrastra ahora uno por el suelo de este planeta sabiendo lo que sabe de él

JUAN JOSÉ MILLÁS
El País 14/08/2011

domingo, 4 de septiembre de 2011

Tostada Imperial

De todas las cosas estúpidas que en este momento podrían hacerme feliz, hay una que haría que alcanzase la felicidad suprema:

Desayunar una Tostada Imperial.

Que la mermelada os acompañe.

domingo, 7 de agosto de 2011

A golpe de bisturí

Anoche, entré en el aseo de una discoteca y al verme inmersa en un mar de implantes mamarios pensé ¿Cuántas mujeres con pecho natural quedarán de aquí a 10 años? No pude evitar sentir cierta desazón al ver a tantas mujeres con enormes y esperpénticas prótesis embutidas en sujetadores realzaperas, que no hacían más que obviar el hecho de que llevaban implantes.

Está claro que la situación fue claramente exagerada, que no todas las mujeres que se operan se meten unas prótesis entre pecho y espalda que prácticamente no les caben en el torso y que una discoteca no es precisamente el mejor sitio para juzgar el buen gusto estético (sobre todo en cuanto a prótesis se refiere), pero igualmente me dio que pensar…

Y cavilando, cavilando, llegué a la clara conclusión de que tengo una opinión ambivalente al respecto. Por un lado pienso que si alguien tiene un complejo y puede solucionarlo sometiéndose a una operación (y está dispuesto a ello) ¿Por qué no hacerlo?

Por otra parte, el operarse (y especialmente de los pechos) se ha convertido en algo tan habitual, que es ya algo frívolo; no se trata ya de corregir defectos, sino que es casi una carrera para ver quién las tiene más grandes y más operadas.
Es triste, porque la cirugía estética nació con el noble propósito de corregir defectos, malformaciones o cualquier rasgo corporal que pueda crearnos malestar psíquico (o al menos eso me gusta creer a mí) pero cada vez más se está convirtiendo en un capricho de algunas que aspiran a convertirse en lo más semejante a barbies del porno.

Otro asunto a tratar aparte sería el origen de estos complejos que pretenden eliminarse a golpe de bisturí.
Nos estamos convirtiendo en una sociedad teto-céntrica, en donde el refrán “tiran más dos tetas que dos carretas” cobra más fuerza que nunca.
Estamos creando complejos innecesarios
en personas que no deberían tenerlos y esto está creando la moda del bisturí, como solución mágica a todo.
Somos la sociedad del mínimo esfuerzo. De la solución rápida. Del acomodamiento máximo.

Y esto es lo que está complicando el discernimiento entre el capricho o la necesidad.


¿Debemos entonces censurar a aquellos que
pretenden eliminar un complejo que
la propia sociedad les ha creado?

lunes, 25 de julio de 2011

Gatopardo

Tancredi y Angelica pasaban en aquel momento ante ellos, la diestra enguantada de él apoyada sobre la cintura de ella, los brazos tendidos y compenetrados, los ojos de cada uno fijos en los del otro. El negro frac de él, el rosa del traje de ella, entremezclados, formaban una extraña joya.
Ofrecían el espectáculo más patético de todos, el de dos jovencísimos enamorados que bailaban juntos, ciegos a los defectos recíprocos, sordos a las advertencia del destino, convencidos de que todo el camino de la vida será tan liso como el pavimento de aquel salón, actores ignaros a quienes un director de escena hace recitar el papel de Julieta y el de Romeo ocultando la cripta y el veneno, ya previstos en el original.
Ni uno ni otro eran buenos, cada uno había hecho sus cálculos y estaba lleno de miras secretas, pero entrambos resultaban encantadores y conmovedores, mientras sus no limpias pero ingenuas ambiciones eran borradas por las palabras de jubilosa ternura que él murmuraba al oído de ella, por el perfume de los cabellos de la joven, por el recíproco abrazo de aquellos cuerpos destinados a morir.


El Gatopardo.
G.T. de Lampedusa
Págs. 233-234




viernes, 1 de abril de 2011

Alter egos, glitter y pelucas rosas

Ayer, estaba sentada en mi escritorio, ocupada en mis quehaceres, cuando sentí un oscuro impulso.
Algo que estaba dentro de mi armario me estaba llamando. Y yo no tenía ninguna intención de resistirme.

Me levanté de un salto, abrí el armario y allí estaba: la peluca rosa.
La saqué del armario y nos miramos intensamente.
“Aquí estamos, peluca, tú y yo.-le dije- Sin intermediarios, sin interrupciones, sin obstáculos, sin testigos…”

Me coloqué ante el espejo de mi habitación y miré mi reflejo. Y miré a la peluca. Y la peluca y yo supimos que lo que iba a pasar era inevitable.
Me la puse. La acomodé bien en mi cráneo y mientras ahuecaba mi nueva melena pensé “Me falta caracterización”.

Entonces comenzó el frenesí. Corrí a maquillarme, con unos ojos cargados de glitter y unos labios rosa chicle. Pero no era suficiente. Tenía que cambiarme de ropa; me quité el pijama, me puse unos shorts con lentejuelas, unas botas horteras y sin saber cómo, acabé dando botes sobre mi cama mientras agitaba los brazos al ritmo de música disco, abandonándome a un estado de éxtasis peluco-musical.

Entonces, al segundo siguiente, volvía a estar ante el espejo, con mi pijama aún puesto y la peluca bien ahuecada.
Mi cara reflejaba la confusión que sentía al intentar encajar que el vívido momento que acababa de experimentar no había existido en el mundo real.
Lentamente, aún en estado de shock, me quité la peluca. De nuevo la miré y le musité: “… Me das miedo”.
Me dirigí hacia el armario y la coloqué de nuevo en su sitio, el más oscuro rincón del armario, de donde espero (por el bien de mi salud mental), no vuelva a salir.

Aún así, en ocasiones, puedo escuchar surgir la ahogada melodía de un estribillo de música disco, que hace que sienta la tentación de abrir el armario y dejar que esa peluca rosa se apodere de mí...


¡Ah, cuán poderosa es la llamada peluquil!

miércoles, 9 de febrero de 2011

Pasen y vean

Sólo con decir “mineros chilenos” ya todos sabemos de qué va la noticia. Simplemente ha sido imposible mantenerse en la ignorancia, dada la cobertura mediática que se le ha dado al asunto.

Pero hoy, en este post, no voy a hablar del drama humano, de la angustia y la enorme carga psicológica que han tenido que soportar tanto los propios mineros como sus familiares. No.
De lo que voy a hablar es del circo. Del show. De un espectáculo esperpéntico en el que mujeres barbudas, hermanos siameses, enanos y demás monstruos de feria han sido sustituidos por mineros, cartas, ipods y webcams. Y del cual los medios de comunicación, al grito de “¡Pasen y vean!” nos han hecho prisioneros, en esta moderna fusión de realidad y espectáculo circense.
Muy reality show, siendo la parte de “reality” más literal que nunca.

Y no me extraña que le hayan sacado tanto jugo, porque lo tiene todo: tensión, emoción, sorpresa, drama…
Y tanta expectación para contemplar a los magníficos ilusionistas ejecutando su truco maestro del escapismo chileno: sobrevivir a ser enterrados vivos.

Finalmente, al concluir tan grandioso número, los asombrados espectadores vuelven a su casa, donde rememorarán durante unas horas tan fascinante hazaña, mientras piensan “¡Qué entretenido es ir al circo!”

Si alguien tenía pensado hacer algún comentario
grosero acerca de lo mucho que le ha ofendido mi post,
le pido que por favor, antes lo lea bien.
Tiene mensaje de fondo y todo (¡!).

(Más vale muy tarde que nunca)

martes, 1 de febrero de 2011

Próximamente...

Publicación de posts con mil años de retraso...