viernes, 1 de abril de 2011

Alter egos, glitter y pelucas rosas

Ayer, estaba sentada en mi escritorio, ocupada en mis quehaceres, cuando sentí un oscuro impulso.
Algo que estaba dentro de mi armario me estaba llamando. Y yo no tenía ninguna intención de resistirme.

Me levanté de un salto, abrí el armario y allí estaba: la peluca rosa.
La saqué del armario y nos miramos intensamente.
“Aquí estamos, peluca, tú y yo.-le dije- Sin intermediarios, sin interrupciones, sin obstáculos, sin testigos…”

Me coloqué ante el espejo de mi habitación y miré mi reflejo. Y miré a la peluca. Y la peluca y yo supimos que lo que iba a pasar era inevitable.
Me la puse. La acomodé bien en mi cráneo y mientras ahuecaba mi nueva melena pensé “Me falta caracterización”.

Entonces comenzó el frenesí. Corrí a maquillarme, con unos ojos cargados de glitter y unos labios rosa chicle. Pero no era suficiente. Tenía que cambiarme de ropa; me quité el pijama, me puse unos shorts con lentejuelas, unas botas horteras y sin saber cómo, acabé dando botes sobre mi cama mientras agitaba los brazos al ritmo de música disco, abandonándome a un estado de éxtasis peluco-musical.

Entonces, al segundo siguiente, volvía a estar ante el espejo, con mi pijama aún puesto y la peluca bien ahuecada.
Mi cara reflejaba la confusión que sentía al intentar encajar que el vívido momento que acababa de experimentar no había existido en el mundo real.
Lentamente, aún en estado de shock, me quité la peluca. De nuevo la miré y le musité: “… Me das miedo”.
Me dirigí hacia el armario y la coloqué de nuevo en su sitio, el más oscuro rincón del armario, de donde espero (por el bien de mi salud mental), no vuelva a salir.

Aún así, en ocasiones, puedo escuchar surgir la ahogada melodía de un estribillo de música disco, que hace que sienta la tentación de abrir el armario y dejar que esa peluca rosa se apodere de mí...


¡Ah, cuán poderosa es la llamada peluquil!