sábado, 27 de noviembre de 2010

Psicodelia y abstracción: sueños

No hay nada más abstracto, entretenido, original, irreverente, chocante y desconcertante que un sueño.

Son historias con argumento, sin él, con cortes bruscos, giros inesperados, incoherencias e irrealidades.
A veces son de intriga, otras son de miedo, amor y desamor, sexo, drama, comedia o acción pero siempre inmersos en el marco de la ciencia ficción.

Pueden ser en blanco y negro, en color, con diálogos o sin ellos, con escenarios imposibles, acciones absurdas y actores secundarios conocidos o imaginarios.
Son extravagantes, pizpiretos, psicodélicos y casquivanos.

Los sueños tienen una amalgama de cualidades; son una aleación de características contradictorias e irreconciliables.

Lo que no sé es si, como Freud dijo, los sueños son símbolos o realizaciones enmascaradas de deseos reprimidos.
Puede que sí o puede que no, pero lo que sí que es cierto es que, cuando te encuentras soñando que te hallas envuelto en una trama detectivesca, con transexual y club de sadomasoquismo incluido, no puedes evitar preguntarte si no fallará algo en tu cabeza.

Siempre quedará el consuelo de que, al fin y al cabo, como decía Calderón de la Barca, “(…) que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”

Que tengáis dulces sueños

viernes, 5 de noviembre de 2010

El arte de revolcarse en la propia mierda

Es bien sabido que a las personas, cuando estamos tristes nos gusta escuchar música de muerte y destrucción y cuando estamos alegres, melodías animadas y que transpiran happy-felicidad por los cuatros costados (si es que se puede decir que la música tiene costados).

Parece que es algo inherente al ser humano el necesitar exacerbar los estados de ánimo, como si eso supusiese alguna ventaja en especial para nuestro organismo. Obviamente a todos nos gusta estar alegres y contentos y ver el mundo resplandeciente, de color de rosa y lleno de piruletas y gominolas, pero ¿Se puede saber de qué nos sirve el revolcarnos en nuestra propia mierda emocional?

Hay que decir que es todo un arte, no es que lo esté menospreciando. En cierto modo es hasta necesario, porque te ayuda a sacar todo lo que llevas dentro.
Es como una especie de purga emocional, pero a lo bestia. Algo así como beber demasiado para luego echar hasta la primera papilla, siendo la bebida todo el material potenciador de la tristeza y la pota… Ecs… Mejor lo dejamos aquí.

Volviendo al tema que nos ocupa… El arte del revolcarse en la propia mierda es tan variado, ecléctico y único como las propias personas.
A mí, personalmente me gusta hacerlo tumbada en mi cama, con la manta cubriéndome hasta la cabeza (inclusive), fingiendo estar muerta mientras escucho lo que yo llamo “canciones de muerte”. Muy Emo todo.
Afortunadamente no llego a considerar el recorte de venas; soy más de idear venganzas al estilo Tarantino.

El caso es moderarse, porque al final es como quien no barre: se te acaba comiendo tu propia mierda.
Así que está muy bien una vez al año (que no hace daño) pero es mejor moverse al lado happy de la balanza.

¡Ah! Por cierto, el estado de ánimo contrario también debería moderarse… La felicidad permanente es sólo un síntoma de idiocia profunda.
¿Qué? ¿Es que acaso os pensabais que iba a permitirme dejar títere con cabeza?

Alimentar la tristeza con más tristeza en como bañarse.
Al final acabamos flotando tan alegremente en nuestra propia inmundicia.

martes, 28 de septiembre de 2010

Diarios de juventud

A todos en algún momento de nuestra vida nos han regalado un diario. O al menos a todas (puesto que al parecer, eso de escribir los pensamientos íntimos es considerado como algo propiamente femenino, porque como ya sabemos, los hombres no tienen sentimientos. Y sí, era un sarcasmo.)

El caso es que a la hora de comprar un regalo para un cumpleaños infantil, el diario se antoja un presente más que socorrido para las pobres madres que tienen que lidiar con la tediosa tarea de encontrar un obsequio para alguien a quien no conocen y que para colmo de males, todavía no ha desarrollado una personalidad definida.

El regalo se hace con la mejor de las intenciones, pero créame señora, no es buena idea. Y es que Este objeto, que a simple vista parece tan inocente, esconde dentro de sí un oscuro potencial; es amigo de la perfidia, hermano de la malevolencia.
Es un arma de destrucción masiva para nuestro amor propio y un insulto a nuestra inteligencia, o mejor dicho, un (re)marcador de nuestra estupidez.

Su mezquindad radica en el hecho de que es bastante peligroso escribir todo lo que se piensa, porque se piensan demasiadas tonterías, incoherencias, maldades, cursiladas y cosas feas en general, que más tarde nos resultarán desagradables de leer.

Esto último es la razón por la cual la gente acaba odiando sus diarios de juventud y les inunda un sentimiento de vergüenza ajena al leerlos (ajena porque quien lo escribió en ese momento fue otra persona distinta a la presente) y siente deseos de quemarlos, destruirlos y de hacerlos desaparecer de la faz de la tierra.

Y yo lo sé muy bien porque hubo una época en la que escribía diarios. Hay mucha gente que empezó a escribirlos, pero poca que los terminase. Pues bien, yo terminé un par de ellos; los mismos que fueron eliminados no hace mucho.
Demasiados anhelos de juventud y sueños de color del algodón de azúcar (antes de que a alguien se le ocurriese hacerlos de colores extraños). Básicamente del mismo tono que se tendrán a lo largo de toda la vida, porque los pensamientos referidos a anhelos son así: avergonzantes.
Si yo misma hubiese escrito todo lo que se me pasó por la cabeza hace un par de semanas, en este momento estaría intentando arrancarme las falanges de los dedos a mordiscos para impedir que algo semejante volviese a ser escrito.

Afortunadamente para estos casos, lo que se piensa o se dice se olvida con facilidad, no así lo que se escribe. Así pues, a menos que esos pensamientos sean escritos, pasarán fácilmente al olvido.
Ya lo dijo Caio Titus: verba volant, scripta manent.

Es altamente probable que muchos años después el diario se convierta en un bonito y ñoño recuerdo que incluso resulte gracioso, pero hasta que llegue ese momento, el inocente diario puede llegar a convertirse en una poderosa arma especializada en la socava del amor propio. Y no hablemos de su potencial como objeto de mofa o chantaje si cae en despiadadas y ajenas manos.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Oda al sol

Esta es una oda al sol. A la música. A las nubes. A los paisajes nocturnos. A las estrellas. Al sonido de una noche silenciosa. A los amigos. A lo que sea. A cualquier cosa que haga que desaparezca cualquier atisbo de tristeza, mal humor, negativismo y pensamientos autodestructivos.

Esta es una oda a todo aquello que siendo sencillo, hace que nos olvidemos de las complicaciones.

A veces el detalle más estúpido consigue eliminar mis "pesares".

martes, 7 de septiembre de 2010

Generación Ninini

Abordemos uno de esos temas de rabiosa actualidad, claro que sí; los NININIs (no, no me he flipado y he pulsado demasiadas teclas).
Los Nininis son ese tipo de (intento de) personas que ni estudian, ni trabajan, ni hacen nada coherente (tocaya dixit ;) ).

El tema será corto, porque la razón de la existencia de estos entes es algo que se me escapa y que mi cognición no consigue aprehender y por tanto mis reflexiones al respecto son cercanas a la nulidad.

Por lo visto, la perspectiva de la vida de este rebaño de cabras malcriadas es vivir de sus padres hasta que puedan vivir de sus hijos (cosa que veo bastante fácil, teniendo en cuenta que muchos de estos individuos los tienen a los 14 años).

Siempre ha habido chusmilla de esta calaña, digo yo; pero que ahora esté tan generalizado que se le haya dado el nombre a una generación, es cuanto menos inquietante; aunque todavía no sé si esto responde al aumento del fenómeno en sí o al afán de unos cuantos (periodistas, seguramente) de ponerle nombre a todo.
Aparte, dicho sea de paso, de resultar ser una nomenclatura cuanto menos ofensiva para todos aquellos que no sólo estudian, sino que también trabajan para costear dichos estudios.

Y ahora llega el momento que todos (o al menos yo) estábamos esperando: mi hipótesis. He de hipotetizar que la existencia de estos espeluznantes seres es la consecuencia de un malcriar sistemático y un consentimiento enfermizo por parte de los progenitores, que les acostumbran a un “lo pido y lo consigo” y que lleva a la ausencia del concepto de “esfuerzo” en sus duras cavidades craneales, oséase, sus cabezotas de neandertal.
Y si no es eso, pues ni idea de la causa, oiga.

En verdad, lo más interesante de este tema es que, realmente, la realidad supera enormemente a la ficción. Y el resto casi resulta anecdótico.

Y por supuesto, también es interesante ver cómo una entrada “corta” y sin contenido se convierte en la versión extendida de la biblia debido a mis paseos por los Cerros de Úbeda.

Y si esto no le ha parecido bien, opine usted del tema, que es gratis.

Cándida imagen para tan esperpéntica temática

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Abstracciones alucinógenas y tripis endógenos

Escribiendo una entrada que, probablemente quede en aborto (como otras muchas que nunca verán la luz), me ha dado por pensar en lo fascinante que resulta el lenguaje, en cómo a una sucesión de sonidos aleatorios les dotamos de un significado y cómo esa etiqueta sonora inicialmente vacía de significado nos sugiere a miles de personas un mismo concepto.

Y al igual que el lenguaje, existen otras muchas construcciones sociales, igualmente ridículas, absurdas y sin sentido que, vistas desde fuera, como si nuestra cultura nos fuese ajena, resultan hasta cómicas.

No sé si seré yo o mis tripis endógenos, pero todo este sinsentido me resulta fascinante… Y no hace más que reforzar mi alucinógena idea de que bajo la supuesta inteligencia de los seres humanos no hay más que la materia prima a partir de la cual todos hemos sido forjados y de la que formamos parte: la absurdez más absoluta.

Y en mi opinión, es esta absurdez la que hace que todo sea más interesante y divertido y le añada un toque psicodelia y abstracción a la vida, que falta nos hace.

Y mmmm… Sí, si no fuera porque no tomo drogas, llegaría a la conclusión de que es el momento de dejarlas.



(Esta entrada no ha sido escrita por ningún motivo en particular)

domingo, 15 de agosto de 2010

Comedores escolares, torturas cotidianas o traumas alimenticios

Hoy voy a escribir acerca del comedor de mi colegio, o la sala en la que perecieron las esperanzas de numerosos nutricionistas.

No creo que me vaya a resultar fácil olvidar los potingues y brebajes que nos servían y a los que ponían el nombre de “comida” con todo el descaro del mundo, puesto que todos los desgraciados niños que no teníamos más remedio que quedarnos en el comedor, sabíamos que esa mierda era de todo menos algo comestible.

El arroz a la cubana estaba recubierto por tomate frito seco. Las patatas fritas estaban blandurrias y algunas tenían un color grisáceo en su parte central (verídico). La “fideuá”… Sólo diré que nosotros la llamábamos “fideuaaaaaaggg”.

Pero lo que no podré olvidar nunca es lo que ellos llamaban “puré de verduras” y que prefiero no saber de qué estaba compuesto.
La tarea de deglutir semejante, llamémosle mejunje, era titánica, y hacer pasar “aquello” por la boca, faringe, esófago, estómago… Era una tortura digna del medievo.

Si en aquel momento hubiésemos tenido el conocimiento suficiente, más de uno se hubiese llevado el embudo de casa para evitar el angustioso trance de tener que pasar el puré por las papilas gustativas.

Aún hoy, cuando evoco la imagen de las bandejas metálicas con uno de sus compartimentos rebosante de ese potingue, no puedo evitar un acceso de angustia.
Desgraciadamente, conservo un recuerdo demasiado vívido de “aquello”. Puedo ver el color verde marronáceo con tropezones verduzcos del puré, me acuerdo de su textura granulada y lo peor de todo, no puedo olvidar su olor. Y mejor no ahondo más, porque empiezo a notar el sabor ácido de la bilis trepando por mi garganta.

¿Y por qué relato todo este angustioso pasaje de mi infancia y de la de muchos otros niños que me acompañaron en mi odisea? Simplemente porque espero que las cosas hayan mejorado y que ahora no tengan la poca vergüenza de servir semejante mierda a los niños. Y si no, por favor, que alguien haga algo con esos desalmados que no dudan en servir tal porquería a los tiernos infantes. “Protejamos a la infancia” y todas esas cosas tan bonitas que se dicen en estos casos.

Por cierto, el inicio he dicho que en esa sala, en ese comedor, “perecieron las esperanzas de numerosos nutricionistas”. Y lo decía porque si lo que (supuestamente) se pretendía era fomentar/animar al consumo de alimentos sanos, léase frutas y verduras, entre los niños, se habrá fracasado estrepitosamente. Muchos incluso habrán sido condicionados aversivamente hacia algún alimento, tal y como le pasó a mi hermana con las naranjas (que no puede olerlas sin sentir un asco profundo). ¡¡Condicionamiento aversivo!! He dicho. ¡¡Traumas producidos en las mismas escuelas!! Más de uno debería empezar a inquietarse ante esta idea... Pero en fin, hay quien piensa que lo que no mata engorda...

Aún así, si hoy me encontrase con el dueño de la empresa de comidas (que sin duda empleaba los restos de comida de otras empresas como materia prima) le encadenaría a una mesa y le obligaría a tragarse toda la bazofia que él mismo producía, al grito de: ¡¡VENGANZA!! MUAAAAAJAJAJAJA.

Que no intenten engañarnos mediante cándidas imágenes,
que nosotros ya sabemos de qué va el rollo...

jueves, 15 de julio de 2010

Etiquetas

Todos lo hacemos, a pesar de que muchos intenten negarlo y quede muy bien decir que nunca lo has hecho ni lo harás. Admitámoslo; todos etiquetamos, para bien o para mal.

No creo que sea algo malo en sí, es simplemente algo inherente a la naturaleza del ser humano, puesto que es evolutivamente ventajoso; antaño el etiquetar a algo/alguien de peligroso, podía significar la diferencia entre la vida y la muerte.Y para qué engañarnos, no hemos cambiado tanto desde que vivíamos en las cavernas y el mayor divertimento era arrearse los unos a los otros con cachiporras hasta que a alguien se le partiese en dos la cavidad craneal (pasatiempo que, dicho sea de paso, sigue entreteniendo a más de uno).Así pues, seguimos etiquetando cual cavernícolas involucionados.

Lo peligroso llega cuando esa etiqueta inicialmente adjudicada a un individuo se la marcamos a fuego, como si de ganado se tratase, pasando a convertirse en una seña que permanecerá inmanente, pase lo que pase.
Totalmente absurdo, increíblemente habitual.

Para mí, la etiqueta es una visión global y carente de matices y por tanto harto imprecisa (y fácilmente equívoca) y que debería desaparecer una vez vas conociendo a la persona que ha sido encasillada.
Lamentablemente, tengo mis dudas de que esto ocurra y seguramente más de uno, al hacer memoria, se dará cuenta de que ha tenido etiquetas de todos los colores y para todos los gustos, llegando a ser en ocasiones, contradictorias.

El principal problema de las etiquetas es que imponen un filtro; ante cualquier cosa que hagas o digas, lo único que destacará será lo que converge con la etiqueta. Así pues, cada acción o palabra pasa a verificar lo que la etiqueta impone (que eres X o Y). Y, mediante este círculo vicioso, final y trágicamente, a la vista de los demás nos convertimos en una etiqueta.

Menos mal que, de vez en cuando la etiqueta se cae ante aplastantes evidencias.

De vez en cuando…

viernes, 30 de abril de 2010

Esa cosa tan en desuso llamada "Educación"

La educación es eso que antaño inculcaban los padres a los hijos y cuya función era que el retoño-proyecto de persona, se convirtiese en un adulto cívico y preparado para interaccionar de manera correcta con su entorno según las normas que dictasen la cultura en la cual se hallase inmerso.

Y he dicho antaño, puesto que ésta es una práctica en declive.
Hoy en día se decide tener hijos como quien decide que hoy prefiere magdalenas y no croissants para merendar (y así nos va el pelo).
Los padres se desentienden de la educación de sus hijos y delegan en otros, comúnmente los abuelos o los profesores, para que lleven a cabo esta tarea. ¡Como si no tuviese otra cosa mejor que hacer! Ahora los docentes no sólo tienen que vigilar que ningún alumno le raje las ruedas del coche sino que además tienen que educar y enderezar a los niñatos que otros han malcriado.

Y por supuesto, los padres se quejan de que la educación está fatal (cosa que tampoco pongo en duda) pero una cosa es quejarte del sistema educativo y otra poner el grito en el cielo porque alguien no ha hecho lo que ellos deberían.
Los profesores no educan, ENSEÑAN y ellos nunca podrán suplir las funciones que unos padres deben desempeñar cada día.

Si un padre no insta a su hijo a hacer los deberes, este no los hará.
Si los progenitores se dedican a decir cosas del tipo “cabrón”, “hijo de puta” y demás lindezas ante la prole, éstos te sorprenderán reproduciendo tales palabras a grito pelao’, cual vendedora ambulante anunciando 2X1 en bragas, en medio de la calle y en presencia del padre/madre (que encima permanece impasible ante tal situación). Y sí, yo lo he visto en niños de poco más de 7 años… Espeluznante.

Pero claro, es mucho más sencillo pasar del tema. Total ¡Si ahora con la tele, los niños se educan solos!
Así nos va el pelo, señoras y señores y así es como estamos creando un país poblado por canis y chonis (y ya está empezando la invasión de una manera nada discreta) que además se creen de los más listos porque no saben lo suficiente como para darse cuenta de que no saben nada (pensamiento patrimonio de aquellas personas medianamente inteligentes).

Y damas y caballeros, mi oración final es: Si no quieres educar a un hijo, no lo tengas.
Usa preservativo y salva al mundo de la superpoblación de canis y chonis (y hazle de paso un favor al Amazonas, que con lo que puede llegar a gastar un crío de estos en cuadernos Rubio… Dios/Buda/Obi Wan Kenobi salve la selva.)

Es una verdadera lástima, porque desde mi punto de vista, el educar a un hijo, inculcarle ciertos conocimientos y ver cómo desarrolla habilidades intelectuales por sí mismo debe de ser la parte más interesante y satisfactoria que existe del hecho de ser padre/madre.

… Sólo nos queda depositar nuestras esperanzas en Rubio y sus cuadernillos enderezadores.


jueves, 22 de abril de 2010

Los replicantes

Cuando yo era joven (sí, más todavía) una de mis amistades se dedicaba a clonar mi personalidad, mis gustos y demás, cosa que, como es fácil de suponer, era insufrible y me crispaba los nervios.
Yo pensaba que lo mío era un caso aislado, raro o excepcional, pero resulta que lo que una creía excepción, va a resultar que es más bien la regla.
Hablando recientemente con una amiga (hello Mononoke! :D) me di cuenta de que a ella le había pasado lo mismo.

Ahora, años después (no muchos, como es de suponer) una puede solazar su espíritu y liberarse de pensamientos tóxicos… Y es que no era que yo fuese irascible o que mi personalidad tuviese tintes asociales, era que la otra persona era ALTAMENTE irritante…
Bueno es el saberlo, oiga.

Ahora sólo queda preguntarme… ¿Qué pasará a los replicantes al pasar la adolescencia? Personalmente, me resulta entretenido imaginar que con el tiempo, han ido desarrollando una personalidad “propia”, en el sentido de que el collage que han ido elaborando con retazos de personalidades ajenas ha dado como resultado una mezcolanza única, que ahora pueden proclamar como propia.

Si es que, cada uno se consuela como buenamente puede.


Sí, como os habéis podido imaginar,
este post no tiene ninguna finalidad en absoluto.
Pero ¿a que mola más así? :D

martes, 13 de abril de 2010

Soñando

No hay nada como soñar despierto, construir castillos en el aire e intentar traerlos a la tierra.
No hay nada como soñar imposibles y creerlos posibles.
No hay nada como un proyecto onírico.
No hay nada como un inventor en pijama y una pensadora en camisón, puesto que son los soñadores que creen en los imposibles los que materializan los sueños.

Así pues, permitidme que vuelva a los brazos de Morfeo; y si bien es cierto que los sueños, sueños son (y ya sabemos que de ilusiones no se vive), también lo es que de ellos maravillosas ideas se concibe.


Total, excusas para no salir del catre :D

jueves, 1 de abril de 2010

Domesticando zorros...

- ¿Qué significa “domesticar”?
[…]
- Es una cosa demasiado olvidada –dijo el zorro-. Significa “crear lazos”.

-
¿Crear lazos?

-
Sí –dijo el zorro-. Para mí no eres todavía más que un muchachito semejante a cien mil muchachitos. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro semejante a cine mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo…

[…]

- Mi vida es monótona. Cazo gallinas, los hombres me cazan. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres se parecen. Me aburro, pues, un poco. Pero, si me domesticas, mi vida se llenará de sol. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los otros. Los otros pasos me hacen esconder bajo tierra. El tuyo me llamará fuera de la madriguera, como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves, allá, los campos de trigo? Yo no como pan. Para mí el trigo es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada. ¡Es bien triste! Pero tú tienes cabellos color de oro. Cuando me hayas domesticado, ¡será maravilloso! El trigo dorado será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo…


El zorro calló y miró largo tiempo al principito.

-
¡Por favor…, domestícame! – dijo.

[…]

Así el principito domesticó al zorro. Y cuando se acercó la hora de la partida:

- ¡Ah!... –dijo el zorro-. Voy a llorar.

- Tuya es la culpa –dijo el principito-. No deseaba hacerte mal, pero quisiste que te domesticara…

- Sí –dijo el zorro.

- ¡Pero vas a llorar! - dijo el principito.

- Sí –dijo el zorro.

- Entonces, no ganas nada.

- Gano - dijo el zorro-, por el color del trigo.

“El Principito”
Antoine de Saint-Exupéry

lunes, 1 de marzo de 2010

El negocio de la salud

Hay dos cosas que dan asco en este mundo: las farmacéuticas y los dentistas.

Los primeros, porque se lucran a costa de nuestra salud y los segundos… ¡Qué coño! ¡Ambos hacen lo mismo! Viven sacando provecho de nuestras necesidades básicas.

Y lo sé porque he estado yendo, una vez al mes, durante gran parte de mi infancia y toda mi adolescencia, al dentista. Y lo sé porque mis padres le han pagado al susodicho el coche, la reforma de la clínica, la entrada para su nuevo y flamante yate y parte de su apartamento de la playa.

Son cosas que pasan cuando se privatizan estos servicios. Que lo que prima es la pela.
Así que ahí estás, cada mes en la puerta del dentista tragándote una hora de espera para que vayas, te sientes en la silla de tortura, abras la boca te digan “todo bien, vuelve en un mes y son diez mil (en los tiempos de la peseta, claro está)” y te vayas con diez mil menos en el bolsillo y cara de gilipollas.

Y las farmacéuticas, más de lo mismo.
Porque éstas se ocupan de producir fármacos que curen enfermedades y salven vidas, sí, pero mientras les sea rentable.

Por ejemplificar, hace ya un par de meses, vi un reportaje acerca del Alzheimer. En él, un investigador hablaba de la posibilidad de que la enfermedad se debiese a una inflamación del cerebro. Si así fuese, se podría tratar la enfermedad con algo tan simple como el paracetamol. El problema es que no le era posible obtener el apoyo económico necesario para poner en marcha la investigación, ya que a las farmacéuticas no les interesaba, puesto que el medicamento que se va a testar ya tiene una patente y no les reportaría beneficio alguno. Como es obvio, aquí lo interesante es obtener la patente de un medicamento, o mejor dicho EL medicamento que cure X dolencia, puesto que el monopolio es muy pero que muy rentable.

Y esto es, en definitiva (y perdóneseme la insistencia), lo que ocurre cuando se privatizan los servicios: se convierten en un negocio. Y si hay una cosa con la que no se debería negociar NUNCA es con la salud.

Pero el mundo es así, no lo he inventado yo, pero alguien lo hizo y espero que ese alguien esté ardiendo en el más horrendo de los infiernos. Amen :D

jueves, 18 de febrero de 2010

Tengo la regla, pero no soy inválida

Como mujer, sé muy bien lo “incómodo” que resulta tener la regla. Pero, a diferencia de muchas otras, no lo utilizo como excusa para escaquearme de ciertas tareas que comporten esfuerzo físico, mental o simplemente para sentarme en el sofá a que me descanse el culo.

Resulta lamentable ver cómo una gran cantidad de mujeres se escudan tras la menstruación y la utilizan en forma de patético argumento para disculparse por cualquier cosa.
Unas no pueden estudiar con la regla. Otras no pueden hacer ejercicio con la regla. A aquellas le es imprescindible dormir todo el día a causa de la regla (para descansar bien la figa mandanga). A las de más allá les es imposible controlar sus emociones y les desborda la histeria por culpa de la regla.
Eso sí, la reina, la emperatriz, la diosa suprema de las excusas y una de las que me irrita especialmente, es esa de no poder evitar atiborrarse con chocolate.
Y yo me pregunto qué tendrá que ver la velocidad con el tocino…

Pero en fin, volviendo al tema, me pregunto si esta señoritas se habrán dado cuenta de la imagen que están dando de las mujeres: personas que durante una semana al mes, son unas quejicas debiluchas que no pueden controlar ciertos impulsos que ¡Mire usted qué cosas! Tienen que ver con zampar como “fonas”.

Así pues, en “esos días del mes” nos rebajamos al nivel de los animalitos de feria, irracionales como un perro, vagas como borregos.

Pues resulta que yo cuando estoy con la regla hago ejercicio, estudio, madrugo, paseo, como, respiro y si hace falta, hago la fotosíntesis. Y POR DIOS no tengo incontrolables impulsos de comer chocolate, como muchas otras parecen sufrir y no en silencio, desgraciadamente. Así que o soy yo un rara avis o algo raro pasa aquí.

Y sí, fastidia y hace que tenga cierto malestar y me duelen los riñones y tengo calambres en la espalda y bajovientre pero ¿sabéis qué? Que me aguanto.

Por supuesto, tener la regla es un coñazo (nunca mejor dicho) y todas hemos tenido un mal día, uno de esos en los que te duele la tripa a más no poder, pero es estúpido, autoflagelante y hasta denigrante que se emplee la menstruación como escudo ante nuestra falta de voluntad o rectitud.

Así que por favor, mujeres del mundo: utilizad una excusa mejor, una que no nos deje mal al resto.

Y sí, nos hemos dado cuenta. Sois igual de perezosas, tragaldabas y caradura con regla que sin ella.

Lo sé, la foto no tiene nada que ver...
Pero algo tenía que poner, por aquello de no perder la costumbre...

miércoles, 3 de febrero de 2010

Me gustan las boas

Me gustan las boas. Pero no sólo eso.
También me gustan las plumas, las borlas, el morado, los gatos ronroneantes, los días soleados, el césped, los guantes con función ornamental, el sushi, el leopardo, los Martini con aceituna, las combinaciones imposibles de la moda de los 80, las mariposas, la surrealista estética japonesa…

¡Hay que ver qué gran cantidad de estupideces nos gustan a las personas!

martes, 5 de enero de 2010

Bodas y sus sinónimos: atracos y horteradas

Va de bodas el asunto. ¿Y qué tiene de especial tal acontecimiento? (además de toda la hortera y surrealista parafernalia) Pues que es la celebración más zafia, ridícula y absurda que existe. Y encima, con ánimo de lucro.
Me explico:

Las bodas son el chollo del siglo para los novios, a saber; el acontecimiento acostumbra a ser pagado por los padres de los contrayentes (recibiendo a cambio el derecho a contratar a los típicos cantantes con repertorio musical verbenero) y éstos además, obtienen de sus múltiples invitados los electrodomésticos, vajillas y menaje y parte del mobiliario de su nuevo hogar.
Así que, no hay que ser muy perspicaz para darse cuenta de que, del “feliz acontecimiento”, sólo hay dos beneficiados. El resto, sálvese quien pueda.
Y luego dicen que de una boda sale otra y digo yo, ¡Pues claro! Viendo lo rentables que salen a los novios ¿Quién no va a querer casarse? ¡¡Si te amueblan la casa gratis!!

A parte de eso, está el tema del chantaje emocional, porque cuando te invitan a la boda de la amiga de la prima de la tía segunda de tu padre a más de uno le entra pesar “¡Qué feo quedará si no asisto!” y al final acabas accediendo a esta extorsión tan alegremente aceptada por la sociedad y abonas una no despreciable cantidad de dinero en la cuenta bancaria cuyo número se incluye “discretamente” en el sobre de la invitación. (Y sí, acabas de rascarte el bolsillo por alguien cuya existencia no te importa lo más mínimo.)

¡Y cómo olvidarnos de las despedidas de solteros! Esas respetables celebraciones, reflejo de la alegría y el jolgorio reinante, en las cuales los contrayentes visten camisetas con mensajes como “picha brava” y “potorro de oro” y los amigos expresan su felicidad portando figuras fálicas en la cabeza. ¡¡Qué entrañable!!
La verdad es que no creo que exista forma más digna de celebrar el amor, no señor.

Y obviaré miles de detalles más como la interminable misa que te tragas por no estar de pie, el “hasta que la muerte (o el divorcio) os separe”, los atuendos de los novios, el pariente que da el discurso (y rompe a llorar de la emoción a la mitad), los “que-se-besen” (los padres de la novia, los del novio, padre de la novia con madre del novio y viceversa, las madres, los padres, el padre del novio con el perro de la novia…), el sentarte en una mesa con desconocidos (por no mencionar que no conoces ni a los novios), el momentazo de cortar la tarta en un mismo gesto (símbolo de primera y última cosa parecida a una tarea del hogar que harán juntos), el troceado y la venta de la liga/corbata… Y ya no sigo que tanta felicidad concentrada me produce sarpullidos.

¡Ah! Por último… Evidentemente, cuando llegue el día de tu boda querrás recuperar todo el dinero invertido y que tu piso sea amueblado igual que tú amueblaste muchos otros, así que, ¿a quién vas a invitar a tu boda? Pues como muy sabiamente dijo Samantha Jones:
¡A todas las putas que te invitaron a la suya!
Y así es como acaba uno teniendo 300 invitados (si será por putas…)

¡Ah, la boda! La demostración de amor con más animo de lucro del mundo.

Por cierto, si algún día me caso, por favor, que nadie
contrate al señor encargado de gritar aquello de
“que vivan, vivan los novios” a pleno pulmón.