martes, 5 de enero de 2010

Bodas y sus sinónimos: atracos y horteradas

Va de bodas el asunto. ¿Y qué tiene de especial tal acontecimiento? (además de toda la hortera y surrealista parafernalia) Pues que es la celebración más zafia, ridícula y absurda que existe. Y encima, con ánimo de lucro.
Me explico:

Las bodas son el chollo del siglo para los novios, a saber; el acontecimiento acostumbra a ser pagado por los padres de los contrayentes (recibiendo a cambio el derecho a contratar a los típicos cantantes con repertorio musical verbenero) y éstos además, obtienen de sus múltiples invitados los electrodomésticos, vajillas y menaje y parte del mobiliario de su nuevo hogar.
Así que, no hay que ser muy perspicaz para darse cuenta de que, del “feliz acontecimiento”, sólo hay dos beneficiados. El resto, sálvese quien pueda.
Y luego dicen que de una boda sale otra y digo yo, ¡Pues claro! Viendo lo rentables que salen a los novios ¿Quién no va a querer casarse? ¡¡Si te amueblan la casa gratis!!

A parte de eso, está el tema del chantaje emocional, porque cuando te invitan a la boda de la amiga de la prima de la tía segunda de tu padre a más de uno le entra pesar “¡Qué feo quedará si no asisto!” y al final acabas accediendo a esta extorsión tan alegremente aceptada por la sociedad y abonas una no despreciable cantidad de dinero en la cuenta bancaria cuyo número se incluye “discretamente” en el sobre de la invitación. (Y sí, acabas de rascarte el bolsillo por alguien cuya existencia no te importa lo más mínimo.)

¡Y cómo olvidarnos de las despedidas de solteros! Esas respetables celebraciones, reflejo de la alegría y el jolgorio reinante, en las cuales los contrayentes visten camisetas con mensajes como “picha brava” y “potorro de oro” y los amigos expresan su felicidad portando figuras fálicas en la cabeza. ¡¡Qué entrañable!!
La verdad es que no creo que exista forma más digna de celebrar el amor, no señor.

Y obviaré miles de detalles más como la interminable misa que te tragas por no estar de pie, el “hasta que la muerte (o el divorcio) os separe”, los atuendos de los novios, el pariente que da el discurso (y rompe a llorar de la emoción a la mitad), los “que-se-besen” (los padres de la novia, los del novio, padre de la novia con madre del novio y viceversa, las madres, los padres, el padre del novio con el perro de la novia…), el sentarte en una mesa con desconocidos (por no mencionar que no conoces ni a los novios), el momentazo de cortar la tarta en un mismo gesto (símbolo de primera y última cosa parecida a una tarea del hogar que harán juntos), el troceado y la venta de la liga/corbata… Y ya no sigo que tanta felicidad concentrada me produce sarpullidos.

¡Ah! Por último… Evidentemente, cuando llegue el día de tu boda querrás recuperar todo el dinero invertido y que tu piso sea amueblado igual que tú amueblaste muchos otros, así que, ¿a quién vas a invitar a tu boda? Pues como muy sabiamente dijo Samantha Jones:
¡A todas las putas que te invitaron a la suya!
Y así es como acaba uno teniendo 300 invitados (si será por putas…)

¡Ah, la boda! La demostración de amor con más animo de lucro del mundo.

Por cierto, si algún día me caso, por favor, que nadie
contrate al señor encargado de gritar aquello de
“que vivan, vivan los novios” a pleno pulmón.