sábado, 27 de noviembre de 2010

Psicodelia y abstracción: sueños

No hay nada más abstracto, entretenido, original, irreverente, chocante y desconcertante que un sueño.

Son historias con argumento, sin él, con cortes bruscos, giros inesperados, incoherencias e irrealidades.
A veces son de intriga, otras son de miedo, amor y desamor, sexo, drama, comedia o acción pero siempre inmersos en el marco de la ciencia ficción.

Pueden ser en blanco y negro, en color, con diálogos o sin ellos, con escenarios imposibles, acciones absurdas y actores secundarios conocidos o imaginarios.
Son extravagantes, pizpiretos, psicodélicos y casquivanos.

Los sueños tienen una amalgama de cualidades; son una aleación de características contradictorias e irreconciliables.

Lo que no sé es si, como Freud dijo, los sueños son símbolos o realizaciones enmascaradas de deseos reprimidos.
Puede que sí o puede que no, pero lo que sí que es cierto es que, cuando te encuentras soñando que te hallas envuelto en una trama detectivesca, con transexual y club de sadomasoquismo incluido, no puedes evitar preguntarte si no fallará algo en tu cabeza.

Siempre quedará el consuelo de que, al fin y al cabo, como decía Calderón de la Barca, “(…) que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”

Que tengáis dulces sueños

viernes, 5 de noviembre de 2010

El arte de revolcarse en la propia mierda

Es bien sabido que a las personas, cuando estamos tristes nos gusta escuchar música de muerte y destrucción y cuando estamos alegres, melodías animadas y que transpiran happy-felicidad por los cuatros costados (si es que se puede decir que la música tiene costados).

Parece que es algo inherente al ser humano el necesitar exacerbar los estados de ánimo, como si eso supusiese alguna ventaja en especial para nuestro organismo. Obviamente a todos nos gusta estar alegres y contentos y ver el mundo resplandeciente, de color de rosa y lleno de piruletas y gominolas, pero ¿Se puede saber de qué nos sirve el revolcarnos en nuestra propia mierda emocional?

Hay que decir que es todo un arte, no es que lo esté menospreciando. En cierto modo es hasta necesario, porque te ayuda a sacar todo lo que llevas dentro.
Es como una especie de purga emocional, pero a lo bestia. Algo así como beber demasiado para luego echar hasta la primera papilla, siendo la bebida todo el material potenciador de la tristeza y la pota… Ecs… Mejor lo dejamos aquí.

Volviendo al tema que nos ocupa… El arte del revolcarse en la propia mierda es tan variado, ecléctico y único como las propias personas.
A mí, personalmente me gusta hacerlo tumbada en mi cama, con la manta cubriéndome hasta la cabeza (inclusive), fingiendo estar muerta mientras escucho lo que yo llamo “canciones de muerte”. Muy Emo todo.
Afortunadamente no llego a considerar el recorte de venas; soy más de idear venganzas al estilo Tarantino.

El caso es moderarse, porque al final es como quien no barre: se te acaba comiendo tu propia mierda.
Así que está muy bien una vez al año (que no hace daño) pero es mejor moverse al lado happy de la balanza.

¡Ah! Por cierto, el estado de ánimo contrario también debería moderarse… La felicidad permanente es sólo un síntoma de idiocia profunda.
¿Qué? ¿Es que acaso os pensabais que iba a permitirme dejar títere con cabeza?

Alimentar la tristeza con más tristeza en como bañarse.
Al final acabamos flotando tan alegremente en nuestra propia inmundicia.