viernes, 14 de diciembre de 2007

"Amienemigas"

Seguro que muchos de vosotros habéis tenido (o tenéis) una "amienemiga", que vendría a ser una de esas personas que no sabes si son tus amigas o tus enemigas. Al principio todo bien, estupendo, te llevas perfectamente y te conviertes en su mejor amiga y ella en la tuya, pero luego empiezas a darte cuenta de que no todo es un cuento Disney; tienes una amiga que (sospechas) tiene desdoblamiento de personalidad porque se le cruzan los cables de una manera espeluznante e incluso cuando le recriminas algo te dice un "yo no hice eso" que resulta realmente preocupante, porque tienes la certeza de que SÍ que lo hizo y, es más, fuiste testigo de ello.

A pesar de todo no quieres dejar de ser su amiga, le has cogido cariño y sabes que para ella también eres importante, te cuenta todo y valora tus consejos.

Con el tiempo todo sigue igual, hoy Jekyll y mañana Hyde, ahora estamos bien y después me cortocircuito... Empiezas a hacer una lista mental de sus cualidades: tozuda, caprichosa, irritable, histérica, pueril, totalmente desmemoriada (por no decir descerebrada... Ups... Se me escapó) y con una capacidad nula de atención. Ella te repite mil veces lo mismo (¿Te lo había contado? Sí, pero sólo 3 veces...) pero como vayas a contarle un problema que te angustia, de una complejidad media, la sorprenderás jugando con una gomita entre los dedos y con la mirada perdida. Pero nada, tú para de hablar que ya verás como ella ni se entera. Enhorabuena, te acabas de convertir en Miss/Mister celofán. Transparente y totalmente inexistente.

Día tras día, los pequeños detalles te van machacando y cuando te preguntan "¿Qué pasa con fulanita, qué problema tienes con ella?" no sabes ni qué contestar. No puedes decir que te hizo una gran putada, que te mintió, que se metió contigo, que te humilló... No es algo gordo que puedas contar escuetamente, con la seguridad absoluta de que todos te van a entender.

Son detalles sueltos que parecen ínfimos y sin importancia y para alguien que no lo vive le pareces una quisquillosa.Pero cuando se repite día tras día y día tras día, te pesan.

Tras más de lo mismo y cuando ya estás psicológicamente destrozada, te das cuenta: la respuesta era "es la gota que orada la piedra".

Empiezas a pensar una solución. No quieres acabar mal con ella, que la veas por la calle y te eche una mirada asesina y no puedas volver a dirigirle la palabra, pero tampoco quieres seguir así. Primero piensas en decirle lo que te molesta pero ¿¿¡¡Le tengo que decir TODO!!?? Haces una selección, una especie de top ten "momentazos cortocircuitos mentales" y planificas la manera de explicárselo todo mediante la fórmula "corto-simple-sencillo", no sea que se vaya a perder en un mar de palabras, y añades un poco de suavizante, porque como ya sabes es una persona intransigente y fácilmente irritable y como crea que te estás metiendo con ella... Mal asunto.

Finalmente llega el gran momento: se lo vas a decir. Tienes un esquema mental bien trabajado y te lo has pensado mucho, no puede fallar. Hablas con ella, te escucha (o eso crees), no parece enfadada, más bien preocupada... Y cuando acabas de exponer el problema (reducido a la mínima complejidad) ella habla y...

Te das cuenta de que no ha entendido nada. O mejor dicho, lo ha entendido al revés. Si tú le sugerías que os viéseis menos o le decías que estabas hasta el higo de ella, entenderá que le recriminas el poco tiempo que te dedica. "¿¿Para esto he estado tanto tiempo comiéndome la cabeza??" Y tiras el puto esquema a la basura.
Por tí como si le dedica todo su tiempo libre al novio, que además es un antipático que te cae fatal.

Por fin, un día maravilloso, ves la luz. Haces cuentas y dices... "Qué bien estoy sin ella". Ha sido una separación indolora. Ella no tiene mucho tiempo, tu horario no es compatible con el suyo (o te encargas de que no lo sea) y hace meses que no os veis. Alejada de ella, lo ves todo más claro. Fuera problemas, fuera estrés.

Al principio te sabía mal no saber de ella; al fin y al cabo eres su única amiga verdadera. Pero las "vacaciones" te han aclarado las ideas. No hace falta que hagas balanza; sabes el resultado desde hace mucho.

Al final lo único que vale es la "economía de fichas". Si los beneficios de la amistad no superan los costes, no vale la pena.


Y realmente, no la valía.




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